martes, 10 de noviembre de 2009

Arcas públicas

La vida política española no tiene remedio. Unos pocos se hacen con el gran privilegio que supone ser depositarios de la confianza de sus vecinos y en cuanto pueden, los estafan. A lo mejor no tengo que generalizar tanto pero, el inmenso número de casos de corrupción que se destapan cada año en las corporaciones locales, me hace preguntarme qué está pasando. ¿Qué impulsa a una persona a maquinar toda una trama en la que tiene que beneficiar a unos y a otros para que a él no le denuncien, manipular un sinfín de documentos y mostrar una actitud hipócrita ante todos sus conciudadanos? Quizá lo más fácil sería preguntar a los protagonistas de los casos destapados en Coloma de Gramanet, Marbella, Estepona, Torrepacheco y una larga lista de municipios que se han visto desfalcados por aquellos políticos encargados de gestionarlos. Lo peor es que me temo la respuesta: el dinero. Sacos y sacos de dinero son la causa de que no se pueda sentir otra cosa que desconfianza y rechazo hacia estos cargos públicos. La Real Academia Española de la Lengua define “política” como el arte o la doctrina referente al gobierno de los estados, entre otras acepciones. Está claro que ejercen un arte, el del robo. Dicho esto, ¿qué solución aplicamos? Desde luego no podemos prescindir de estas figuras públicas porque son esenciales para sostener el modelo de democracia que hemos fijado, pero sí se pueden tomar medidas de control que velen por unas cuentas claras donde gastos, ingresos, subvenciones o adjudicación de proyectos queden perfectamente justificados. Ya está bien. El cortijo en que se ha convertido España es lamentable y todos los ciudadanos debemos exigir que se respeten los bienes económicos y naturales que pertenecen a toda la sociedad.

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