lunes, 1 de marzo de 2010

De profesión, saqueador


Chile ha sufrido uno de los terremotos más devastadores que se han registrado nunca en la escala Richter. Un movimiento de tierra que ha destrozado por completo algunas de las regiones centrales del país. Casas derruidas, carreteras cortadas y personas que sobreviven sin agua ni electricidad. La población necesita hospitales de emergencia, puentes mecanizados o generadores eléctricos. Pero también garantías de suministro alimenticio.


Como en muchas otras catástrofes, los medios de comunicación reflejan los numerosos saqueos que se producen en supermercados y grandes superficies para robar comida y, si se puede, otros productos de los que sacar provecho una vez que la tragedia haya pasado. Lo llaman “el pillaje”. Hemos podido ver por la televisión las imágenes que confirman que estos actos se han producido en Chile, pero se nos ha mostrado en un mismo nivel a aquellas personas que robaban productos de primera necesidad en una zona devastada, con las que se llevaban aparatos electrónicos de última generación. Y no creo que sea el mismo tipo de persona la que se preocupa por abastecer a su familia o a él mismo en un momento de crisis, que la que piensa de forma premeditada en robar un artículo que pueda disfrutar o revender sin preocuparse de su manutención.


El espectador que visione esas imágenes, acompañadas de un texto plano y meramente expositivo, recibe una imagen sesgada del pueblo chileno. Gente sin sentimientos que da rienda suelta a la barbarie en vez de esperar a que su gobierno tome las medidas oportunas. Y posiblemente el razonamiento sea correcto para algunos de los casos que se ven en la pantalla del televisor. Pero no para todos. ¿Qué haríamos si nos sucediera a nosotros? Creo que es importante ponerse en la piel del que lo ha perdido todo, del que no tiene agua o comida que dar a sus hijos y, todo esto, viviendo en una de las zonas más pobres del país. Para colmo, ahora, son mucho más pobres.

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